Traducción de Alejandro Olivos
Originalmente en: Edición Especial del Boletín de las Jornadas 46 de la Escuela de la Causa Feudiana de Paris: El autismo y la mirada
Originalmente en: Edición Especial del Boletín de las Jornadas 46 de la Escuela de la Causa Feudiana de Paris: El autismo y la mirada
Jacob Barnett, hoy
en día el más joven astrofísico del mundo, fue diagnosticado autista profundo a la edad de 2 años. En
L’Étincelle – La Chispa –, Kristine Barnett, su madre, relata cómo, desde la más
tierna edad, Jake ha estado siempre apasionado por los juegos de sombras y de
luz, así como por las formas geométricas. De pequeño, aprecia particularmente
los motivos escoceses y pasa varias horas concentrado en fijar las líneas
geométricas que los componen (único alivio, por lo demás, cuando sufre de
severas otitis a repetición). Igualmente, dispone de miles de cotonetes de
algodón para crear motivos muy elaborados que cubren completamente el piso de
la habitación. En la cocina, pasa horas contemplando las sombras que los
barrotes de las sillas proyectan sobre el suelo en función de la posición del
sol.
Luego, más que una atracción, señala
su madre, ello se vuelve una “obsesión”, replegándose en un aislamiento profundo
durante el transcurso del segundo año: “Jake parecía perderse en algunos de sus
primeros centros de interés. Había estado siempre cautivado por las sombras y
la luz, así como por las formas geométricas. Pero, en adelante, su fascinación
me parecía diferente, de otro orden.”[1] Si
bien ya no dirigía ninguna palabra y ninguna mirada al otro, “podía pasar horas
observando en silencio las sombras ondulantes sobre los muros o sobre el piso,
inmóvil como una estatua.”[2]
Sostenida por su madre – quien se
había vuelto partenaire a la medida
para acompañar a este sujeto en un verdadero esfuerzo de construcción de un
borde autístico, al sostener activamente su afinidad a pesar de la opinión contraria
de los expertos –, su apetencia por la luz y las formas geométricas va ir
ampliándose al estudio de las estrellas, del sistema solar y de los planetas.
Así, Kristine Barnett se asegura de que Jake disponga de cuantas cartas
alfabéticas desee, lo lleva a mirar las estrellas cotidianamente y lo deja
desplegar hilos de lana de diferentes colores alrededor de la cocina, formando
un conjunto de complejos motivos en tres dimensiones cuyas sombras, proyectadas
sobre el suelo y evolucionando en función del sol, son realmente
espectaculares.
Sujeto constantemente trabajando,
Kristine Barnett relata que, “encerrado en su silencio, Jake había,
tranquilamente, trazado su camino hacia grandes descubrimientos científicos.”[3]
Así, descubre empíricamente el espectro luminoso a partir de la difracción de
un rayo de sol al contacto con un vaso de vidrio, a los 2 años. A los 3 años,
escoge como “peluche” y “compañero cotidiano”, un manual de astronomía sobre el
sistema solar, de nivel universitario avanzado. El mismo año, se convierte en
cliente frecuente del planetarium, a la iniciativa de su madre. Hoy en día,
apoyándose en el lenguaje matemático, varios de los trabajos de Jake están
consagrados a las ondas luminosas y la manera en que se propagan. “Creo que el
interés de Jake por los planetas viene de su obsesión por la luz y las sombras,
que ya habíamos observado cuando era un bebé.”[4],
señala muy pertinentemente su madre.
Sujeto trabajando para la
construcción de un borde condensador de goce a partir de los juegos de sombras
y de luz que atrapan su mirada, esta afinidad ha sido rápidamente identificada
por su madre como la clave para generar un lazo con su hijo, permitiéndole al
mismo tiempo la creación de una pasarela hacia el mundo exterior. “Mientras más
se iniciaba Jake a la astronomía, menos se encerraba. La posibilidad de
discutir con alguien sobre su pasión por la astronomía le ha ayudado a establecer
el nexo entre hablar y comunicar realmente.”[5] Al
respecto, Myriam Perrin nos dice que “la especificidad de la defensa autística
es lo que hemos propuesto llamar una alienación al objeto-borde, para la
construcción de una dinámica subjetiva a través del doble”[6]:
el doble y el objeto, constitutivos del borde, son un canal hacia el otro y
permiten la construcción de un Otro de síntesis que autoriza una entrada
singular en el lazo social.
[1] Barnett K., L’étincelle. La victoire d’une mère contre l’autisme,
Paris, Pocket, 2015, p. 53.
[2] Ibid., p. 53.
[3] Ibid., p. 135.
[4] Ibid., p. 122.
[5] Ibid., p. 132.
[6] Perrin M., « Construction d’une
dynamique autistique. De l’autogire à la machine à laver », L’autiste,
son double et ses objets (s/dir. J.-C. Maleval),
Paris, PUR, 2009, p. 29.
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