Traducción de Ana Victoria Saldarriaga
Originalmente en: Edición Especial del Boletín de las Jornadas 46 de la Escuela de la Causa Feudiana de Paris: El autismo y la mirada
Originalmente en: Edición Especial del Boletín de las Jornadas 46 de la Escuela de la Causa Feudiana de Paris: El autismo y la mirada
Es una constante clínica que los sujetos autistas “no miran a los ojos”. Los testimonios de sus padres son aun más precisos y nos enseñan que a menudo, desde antes de salir de la clínica, recién nacidos, “ellos no los miraban”. Más aun, les es difícil soportar la presencia de la mirada de aquel que la busca, ese objeto testigo de lo insoportable del deseo del Otro. Pero sucede también que esos sujetos intentan penetrar hasta el fondo del iris de ustedes, como para mirar detrás del ojo sin verlos. Así, los autistas nos dicen que hay para quien mirar y ser mirado no es algo evidente. Más aun, Donna Williams en su primer libro autobiográfico cuenta que, antes de su defensa, ella tenía “la impresión de ser sorda, muda y ciega”[1] . Es la pulsión misma que parece faltar, estar fuera del circuito. En efecto, fuera de la conexión libidinal, los sujetos autistas testimonian tener las más grandes dificultades a sentirse vivos y no ponen los objetos pulsionales en el intercambio. Si el rechazo a involucrar la mirada es permanente, nosotros interrogaremos las consecuencias clínicas de ese rechazo, que puede ir hasta no poder ver.
Sin embargo, no es raro constatar que los autistas fijan los objetos del mundo: las luces o los rayos del sol como Jake Barnett, los filamentos de polvo como Donna Williams o su imagen en el espejo, la televisión como las películas de Disney por Owen Suskind, los objetos que ellos quieren particularmente como las castañas para Daniel Tammet, las vacas para Temple Grandin, Ben el Gato para Georges Romp, una radio, la lavadora, un autogiro, las burbujas de un acuario, las ruedas de los carritos, un pedazo de lana o un palo que se agita delante de los ojos, etc, etc.
Entonces, cuando el autista dirige su ojo sobre esos objetos, ¿qué puede uno decir? ¿El sujeto autista puede, al hilo de su construcción, comprometer la mirada? ¿Cómo se opera la pérdida de su sustancia, así como para todos los otros objetos a? Es por una imaginarización de la pérdida que el sujeto autista podrá lograrlo, a falta de una incorporación bajo la cadena significante. Es lo que intentaremos leer a partir de los testimonios de los autistas y de sus padres en la rúbrica Auto-vistas (Auto-vues): Autismo y clínica de la mirada a partir de la literatura.
Todos esos sujetos nos enseñan en efecto que involucrar la mirada es algo muy serio y que del lazo ellos se protegen, entre otras, no comprometiendo la mirada en el intercambio. Otras rubricas, Focus y Panorama desplegarán ya sea un punto de actualidad y/o política, ya sea El autismo visto por otros discursos.
Por ahora, no habríamos sabido comenzar Auto-vues de otra manera que por la invención de esta jovencita autista Iris, Iris Grace The story of a little girl whose talent unlocked her silent world [2] cuya afinidad por la pintura, sostenida por su madre fotógrafa y por su extraordinario gato, abrirá brillantemente [en beauté] esta clínica de la mirada en el autismo, texto de Julien Savigne.
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[1] Williams Donna, Si on me touche, je n’existe plus, Robert Laffont, collection J’ai lu, Paris, 1992, p.291.
[2] Carter-Johnson Arabella, Iris Grace, The story of a little girl whose talent unlocked her silent world, Penguin Random House, UK, 2016.
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Iris Grace, cuando “la pintura cambió todo”, por Julien Savigne
Iris es diagnosticada autista a los dos años. A los cuatro años, después de diversas terapias, ella no mira todavía. “La pintura cambió todo”, confía su mamá Arabella Johnson-Carter[1]. La elección del color procede de un sistema: Iris orienta la mirada de la madre indicándole con el dedo y recomienza si no es el buen color. Por la técnica, ella cubre la página de un azul que ella “pommèle” [marca o tachona] con pequeñas nubes blancas y redondas, después aplica diferentes capas de colores con diferentes herramientas “para ver el efecto que ellos tienen sobre la pintura”. Iris se interesa en las texturas de los materiales, cada uno es aprehendido de manera ritualizada y fija. “Ella juega mucho cuando ella pinta, es ahora más abierta, mira, sonríe, ríe, se divierte. Ella adora eso”.
Cada cuadro es nombrado por su madre en función de los colores, formas dinámicas o historias que ella interpreta.
Para su pintura Raindrops, Iris señala las grosellas para indicar el violeta, las legumbres para el verde. Utiliza el rodillo sobre el cartón para crear bellas líneas de lluvia, que ella admiraba ver, un poco más temprano, caer y rebotar sobre la terraza diciendo “Bang”. Iris reproduce lo que ella ha visto. La madre entra en relación con su hija repitiendo la misma frase: “1,2,3, bang”. Iris con júbilo, accede a la lengua parlanchina y sale de su soledad. Pero sobre todo, el objeto mirada parece localizarse en el cuadro, el marco en suma. ¿Iris empezaría un tratamiento de la pérdida imaginaria de la mirada para poder comprometer la suya? Parece que la pintura tiene esta función.
Por el prisma de Thula
Con su gata Thula, Iris tiene la experiencia del encuentro verdadero. “Desde entonces, la ansiedad cotidiana de Iris ha disminuido considerablemente, ella le ayuda a conservar su calma y a ser más sociable. Ella le habla cada vez más a Thula a través de pequeñas frases”.
Como numerosos sujetos autistas, vestirse o tomar un baño podía ser extremadamente complicado. Cuando Iris solicita a Thula, ella salta en la bañera y acepta incluso más tarde lavarse la cabeza con shampoo. Después de tantos años donde lavarse el pelo era “una carrera contra el reloj, ahora se hace lo más pronto posible”, ella empezó a querer hacerlo. Adora hacer formas con sus cabellos, que contempla con la madre en el espejo, no sin la mirada de Thula. De la mirada de Iris sobre el gato, doble autístico que ella mira ser lavada, a Iris que se mira ser lavada en el espejo bajo la mirada del doble, la jovencita no tiene más problema con el agua o para vestirse. Conectada sobre el doble, el sujeto encuentra su dinámica.
Del doble al yo
Sentada al lado de su madre delante del computador, Iris mira los videos de ella y Thula y utiliza mejor su voz: “esas frases espontáneas pueden producirse en todo momento, quebrando el silencio”. Delante del video de Thula que nada en la piscina, Iris dice: “¡Splash! Thula esta nadando, yo estoy nadando”. Ella compromete la mirada, se anima y ríe, toma la palabra primero en eco del “¡splash!”, para decir enseguida una frase completa. Delante del video de la bicicleta, ella dice: “Nosotras estamos montando nuestras bicicletas, vamos a dar una vuelta en bicicleta, Thula, yo estoy pintando!”. En el paisaje que desfila, Iris nombra su doble, “Thula”, antes de nombrarse “yo soy la pintura”.
[1] Carter-Johnson Arabella, Iris Grace, The story of a little girl whose talent unlocked her silent world, Penguin Random House, UK, 2016. Et le site : Iris Grace painting : https://irisgracepainting.com
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