Aventurarse más allá de las fronteras

Marjolaine Burin
Traducción de Marita Hamann
Originalmente en: Edición Especial del Boletín de las Jornadas 46 de la Escuela de la Causa Feudiana de Paris: El autismo y la mirada


Aunque todos son singulares, hay una constante en el reencuentro con los sujetos autistas: la presencia de una frontera entre ellos y el mundo. Martin Egge desplaza las coordenadas de esta barrera, definida como protección frente a lo real, convirtiéndola en lugar de reencuentro.
El libro, La cura del niño autista, recientemente publicado, presenta una clínica que se apoya en la noción de lo real y de la “práctica entre varios”. Después de haber puesto de relieve la cuestión que plantea al autismo como posición particular en la estructura de la psicosis infantil, Martin Egge inaugura una enseñanza fundamental sobre la relación de este sujeto con los objetos pulsionales. Especialmente, el objeto mirada toma un valor heurístico en la clínica con los autistas.   
 « Quítame lo ojos »: para Ludovico, el ojo es un real puro, Ludovico es mirado por el Otro, pide al infinito que se le sustraiga « sus ojos ». Estos gritos aclaran perfectamente la propuesta de Jacques-Alain Miller: “el ojo está hecho para no ver”. En el autista, el ojo no se anuda a la función de “ver”, que se le atribute intuitivamente. Entre el ojo y su función perceptiva viene a alojarse el objeto mirada por cuanto su toma de posición depende de su relación con el significante y con el goce.
 « Francesco, un niño autista de seis años, evita al Otro mediante una mirada ausente, mira a todas partes pero no detiene nunca la vista en las personas que lo rodean»[2]. Su no implicación del objeto mirada en el intercambio muestra que para él la mirada no tiene valor de comunicación sino que es inquietante. Cuando el objeto escópico es puesto en su lugar por la castración simbólica, se recorta de su soporte, se aloja en el vacío del Otro, anclándose en lo simbólico y en el lazo social. Es precisamente lo que no se produce en el autista, la pulsión regresa al cuerpo. 

Así, Martin Egge considera a la frontera como defensa contra este retorno. Ofrece a cada niño la posibilidad de elaborarla por la creación de un circuito apoyándose en un objeto. Cuando Mario ve una bolsa, grita: “Es mía”, y se apodera de ella.   
La obra de Martin Egge se estructura alrededor de la creación del circuito de Mario: de su interés por la bolsas de basura llenas de envases al encierro de los elementos del mundo en un calendario. Cuando es acogido por la Antena, Mario no deja nunca sus dos bolsas en las que guarda todos los objetos sustraídos de la Antena. A partir de la discreta observación de Mario, los intervinientes han puesto en marcha un taller “a medida”: la creación de bolsas. A través de la posición de doble tomada por el interviniente, bajo las órdenes creativas de Mario, la bolsa toma otro estatuto, se convierte en su doble. Posteriormente, Mario no se apodera más de las bolsas de los otros y puede incluso besarlos. Por un lado, el interviniente que se desliza en su mundo apoyándose en sus objetos, por otro, la bolsa y todo lo que está dentro, la mirada desmontada.
La práctica de la Antena se basa en este desmontaje de la pulsión a partir del objeto. Una clínica del circuito del niño pero también aquel en el cual cada uno puede incluirse de modo que pueda construir una cadena significante. De ahora en adelante, ya no es en sus bolsas que Mario alberga los elementos del mundo sino en un calendario: cumpleaños, eventos... Prestar atención a los detalles de su mundo, en tanto que son índices de lo real, permitió a Mario aventurarse más allá de sus fronteras. 
[1] Miller J.-A., « Come iniziano le analisi », La Cause freudienne, n° 29, 1995, p. 5.
[2] Egge M., La cure de l’enfant autistique (Traduit de l’italien par Sylvie Levesque), Paris, L’Harmattan, 2015, p. 139

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