-LA TOPOLOGIA DEL AGUJERO: Cuestiones de estructura en el autismo.
NEL-Santiago. Grupo de investigación autismo y psicoanálisis.
-EL ESTATUTO DEL CUERPO EN EL AUTISMO
NEL Ciudad de México. Grupo de investigación: “Espacio de investigación y estudios de
autismo”
-GOCE DEL UNO Y EL CUERPO EN LA CLÍNICA
DEL AUTISMO
NEL- Lima. Grupo de
investigación: Autismo y Psicoanálisis.
-LA DEFENSA EN EL AUTISMO
NEL-Medellin. Grupo Autismo.
-EL OBJETO AUTÍSTICO: Estatuto, naturaleza y función en la clínica
NEL-Medellin. Grupo Autismo.
-EL OBJETO AUTÍSTICO: Estatuto, naturaleza y función en la clínica
NEL- Bogota. Grupo de investigación autismo.
TEXTOS
La
topología del agujero en psicoanálisis:
Cuestiones de estructura en el autismo.
Fabián Schejtman ha propuesto en su escrito “¿Qué es un agujero?”[1]
la hipótesis según la cual la forclusión
del agujero en el autismo, corresponde a la no inscripción en el
inconsciente del significante de una falta en el Otro, . Este último situaría un borde como
estigma en el inconsciente del encuentro con el agujero real de la no relación
sexual, , que es lo imposible en lo
simbólico. Schejtman propone concebir dos agujeros; un agujero como real
pulsional y otro en lo simbólico, como lo real en lo simbólico, del cual queda
un estigma en el inconsciente. Entonces se tratará, para el autismo, de pensar
lo que ocurre en relación a esos dos reales, cuando la inscripción del borde no
se efectúa.
Una topología depende enteramente de sus relaciones de límite
y que estas deben poder probarse mediante trazos y relaciones de vecindad. Así,
la presencia o ausencia de un agujero debe concebirse como un hecho de escritura[2].
No es suficiente con la percepción intuitiva de un agujero,
este debe poder inscribirse, y con ello probarse estructuralmente como una
relación entre significantes, es decir, como una relación entre trazos y
relaciones de vecindad. ¿no evocamos ya
con esto que la repetición del “comportamiento de frontera”[3] o
el notable interés por los agujeros en los autistas muestran en ellos
justamente que un borde no se ha escrito, que ha sido forcluido?
Sin duda, un agujero es correlativo de un borde. Dicho borde
puede escribirse de manera simple con un trazo circular que, como una línea
cerrada de Jordán[4],
sitúa un adentro y una afuera neto, en un espacio
conexo, es decir, unitario-. Dicho borde separará un espacio acotado
interior y uno no acotado, exterior, que se encuentra infinitamente cerca de la
frontera antes definida.
Una operación de este tipo corresponde a la primera
separación yo/no-yo, que inaugura el Lust-ICH como incorporación de lo
placentero y expulsión de lo displacentero[5]. Sin
embargo, como operación defensiva es todavía muy precaria, ya que sólo logra
situar el objeto malo como afuera, pero infinitamente
cerca, amenazando con destruir esta barrera que aun no constituye un
agujero. Eric Laurent da un ejemplo que permite situar el intento de una
defensa precaria de este tipo, se trata de un borde rígido, aunque de una gran
fragilidad, que el autista intenta inscribir. Así hablando acerca de lo
ensordecedor que puede ser para un niño autista la aparición de un avión
volando a 10.000 metros de altura, dirá:
“Se trata de una
topología que anula la distancia: cuando el avión entra en el campo escópico,
es como si estuviera muy cerca. El sujeto tiene sus objetos junto a él,
cualquiera que sea la distancia que lo separa de ellos.”[6]
Nos preguntamos entonces
¿corresponde suponerle de entrada al autista, un espacio tórico como propone
Eric Laurent? Para ello se requeriría la negativización del objeto que situaría
un espacio no conexo, como es el
toro, con un agujero imposible de reducir al punto ¿no es acaso esa ya la inscripción, aunque no métrica, de una distancia
que, aunque pueda ser infinitesimal, sin duda está allí? Por otro lado, si
es cierto que lo que amenaza al autista es el ruido incesante de los equívocos
de la lengua, como dice Eric Laurent, esta última corresponde a un espacio conexo, por no tener en él
cortes que distingan la significación de los equívocos, lo que ya implicaría
apuesta subjetiva y cesión del objeto voz en el campo del Otro.
Preferimos concebir que los
esfuerzos que hace el autista por inscribir un borde, corresponden a un trazo
simple con una vecindad infinitamente
cercana, y que, solo con grandes esfuerzos pudiera llegar a suplir un
verdadero agujero. Ya veremos cuales son estos esfuerzos.
Este trazo simple corresponde al significante del Otro
barrado, que da prueba estructural, inscribe el no hay relación sexual[7]
como agujero real en el Otro. Así, Schejtman[8] dirá:
“El ombligo del sueño ya es estigma, cicatriz –dice Lacan en
su respuesta a Ritter- y eso está bien señalado en este matema que no indica solamente que el Otro esta agujereado irremediablemente sino
que de esa falla hay marca en el inconsciente: significante de la falta del
Otro.”
Este
trazo simple que corresponde a una primera distincion adentro/afuera, cuando es
un hecho de escritura, constituyendo verdaderamente un borde, escribe una letra
de goce como huella del objeto, que Lacan nos enseñó a distinguir como a[9].
Sin embargo, esta operación no es automática, requiere de un elemento de eleccion subjetiva que dará
lugar a las distintas estructuras clínicas en las que puede inscribirse el hablanteser.
Hemos dicho más arriba que tan
solo con grandes esfuerzos, el niño autista pudiera llegar a inscribir algo
similar a un agujero. También hemos dicho que, de acuerdo con Laurent, lo que
amenaza al autista es la incesante invasión de lalengua como real insoportable y que ésta se corresponde con un espacio conexo.
Pues bien, es en este punto
que exponemos al debate nuestra propuesta.
El autista dispone de una precaria
defensa, un borde constituido –según nuestra lectura- por un trazo simplemente conexo que se encuentra siempre amenazado por
la invasión del goce de lalengua.
Este pudiera corresponder clínicamente al esfuerzo por taparse los oidos o los
ojos para detener la invasión o, más radicalmente al encapsulamiento.
El hecho de que sea un
esfuerzo constante connota bien la idea de que es iteración del Uno de goce,
que justamente porque itera, se lo puede suponer como no-escrito. Silvia Tendlarz en su libro “¿Qué es el autismo?” (2013), a proposito de esto, nos dice:
“El modo de autotratamiento principal del autista en relación al borde es
el encapsulamiento autista. El aislamiento extremo, la indiferencia afectiva,
la ritualización de ciertas acciones, son un modo de construir un borde, una
diferencia yo/no-yo, no contando con la producción estructural del agujero y su
borde” (p. 80-81)
Ahora bien, el esfuerzo de autotratamiento del autista
implica al parecer dos operaciones: situar un limite defensivo, una frontera
que equivale a la funcion sujeto, pero también producir una negatividad, un
menos de goce. Miller destaca justamente esta propiedad en su comentario al
tratamiento del “Niño de lobo”[10].
No obstante, hay, a nuestro entender, dos maneras en que el sujeto
autista intenta escribir el agujero forcluido. Veremos que estas dos maneras
divergen en su topología y, por ende, en su eficacia y su clinica.
El primer tipo de borde corresponde a la tentativa de
escribir un trazo simple como el que hemos descrito más arriba, al que llamamos
“borde rigido”. Se trata de una
defensa fragil, como hemos dicho, pero además implica el costo de que la
negatividad que intenta situar se encuentra en el nivel de la constitución
subjetiva, es el sujeto mismo el que se constituye como esa negatividad,
reducido a la pura operación del Uno que itera. Mientras que la vecindad
externa al borde se encuentra “toda llena”, saturada de lalengua “infinitamente
cercana”. El sujeto elige la vacuidad del ser viviente como conjunto vacío anterior a la dialectica
de la alienación. Miller en Donc[11]
(2011) comenta este tipo de rechazo:
“Si quisieran por el contrario elegir S1, el sinsentido, la
petrificación, no les quedaría mas que este ser vacío del sujeto, Ø,
porque perderían el segundo conjunto {S1, S2}. Podemos
además imaginar que ciertos sujetos hagan esa elección. Por ejemplo, podemos
intentar representarnos al sujeto autista a partir de una elección que
finalmente no deja al sujeto otra cosa que su propio vacío entre las manos.” (p.
345)
Es decir, no podemos suponerle aun una espacialidad tórica.
De hecho es más que compatible la vacuidad del conjunto significante –que lo
relanza al estatuto de viviente-, con un más de goce que retorna sobre el
organismo y lo desborda. Hasta aquí no hay todavía agujero, sino sólo el
intento de escritura de un borde.
Para que el sujeto pueda producir un equivalente de un
verdadero agujero, proponemos que a la vacuidad, a la eleccion del conjunto
vacío del lado del sujeto, debe poder responder una negatividad en el campo del
Otro: ya sea a través de la invención del un objeto autistico como organo
suplementario al cuerpo, condensador de goce, ya sea a traves de una funcion
intervalar en el pensamiento que, aunque no hace serie, partipa de alguna manera
de algo equivalente a una metonimia. Nos referimos al “pensamiento en imágenes”
que ha descrito Temple Grandin.
Esta ultima también presenta la invención notable de un
objeto autistico, la “hug machine”, la maquina
de abrazar que le ayudaba a pacificar su relacion al cuerpo y brindarle al
mismo tiempo un límite. De ella pudo hacer un uso que la llevo a hacer
importantes innovaciones en la zootecnia, como describe Laurent. La cattle chute o manga para ganado que
inventa, permite alojar a las vacas de una manera menos agresiva para marcarlas
o vacunarlas. Esta maquina, evidentemente una suerte metonimia del objeto
autista primario, no hubiera sido posible seguramente sin que Grandin no
hubiera podido pasar por la experiencia de “ser una vaca”, la cual logra a partir
de un recorte del objeto mirada que ella describe como los “ojos enloquecidos”
de las vacas. Entonces la maquina se transforma en la función de enforma[12],
de horma del objeto a para el goce,
esta vez un borde torico que puede alojar la infinitud de pequeños otros
bovinos multiplicados.
* Psicoanalista AMP, miembro de la
NEL-Santiago.
[1] Miller. J.-A. et. al.
(2014). Estudios sobre el autismo.
¿Qué es un agujero?. Ed: Colección Diva, Buenos Aires.
[2] Extraigo la definición dada en el libro digital
“Topología sin dolor” del profesor Sidney A. Morris, que muestra
suficientemente que una topología es un hecho de escritura, en tanto que se
sostiene de un algebra precisa:
Para comprender esto tomemos por ejemplo el caso del
toro, superficie agujereada con la que Lacan sitúa la relación que se establece
en la neurosis, entre los significantes de la repetición de las demandas y el
deseo que contornea el objeto que lo causa. Podemos imaginar al toro como una
dona, pero topológicamente es una trasformación de la inmersión del plano
proyectivo en el espacio tridimensional. Pues bien, podemos imaginar ahora que
sobre esta dona habite un ser infinitamente plano, este ser, pegado a la superficie,
mientras pasea por ella no tendría ninguna posibilidad de captar el agujero
central del toro en el cual habita, sin embargo ello no evita que el agujero
este efectivamente allí, escrito por las relaciones de espacialidad que la
superficie comporta.
[3] Según la expresión acuñada
por Bettelheim. “El contacto constante con una superficie es un importante
preliminar del verdadero «comportamiento de frontera» (boundary behavior).” En: Bettelheim, B. (2012). La fortaleza vacía: Autismo
infantil y nacimiento del yo. Ed: Paidós, Buenos Aires. (p. 205)
[4] Según el teorema de Jordán:
“Toda curva cerrada simple del plano
divide al plano en dos componentes conexas disjuntas que tienen a la curva
como frontera común. Una de estas componentes está acotada (el interior de la curva) y la otra
es no acotada y se le llama exterior.”
Estas nociones de un espacio dividido pero
en conexidad disyunta, sirven para situar el problema de la primera separacion
yo/no-yo, tal como la establece Freud en “La
negacion”(1925), donde lo displacentero es acogido en el yo y lo
displacentero rechazado. Sin embargo, Freud plantea que la percepción de una
cualidad, no es todabia su representación en la realidad –lo que llama juicio de existencia-, será esta ultima
lo que permitira “reencontrar el objeto en la realidad”. Nosotros por nuestra
parte diremos que, en un principio el objeto está percibido, deja una huella,
más no está simbolizado (introducción del –φ como negatividad del
objeto) y que la no separación entre lo objetivo y lo subjetivo que Freud
plantea, corresponde a un espacio conexo (es decir unitario) en el que sólo se
ha situado una frontera, dividendo el espacio en un conjunto acotado y uno no
acotado, el afuera del objeto malo que se sitúa infinitamente cerca y amenaza constantemente con romper la barrera. Dejamos la cita de Freud al lector:
“La oposicion entre subjetivo y objetivo
no se da desde el comienzo. Sólo se establece porque el pensar posee la
capacidad de volver a hacer presente, reproduciéndolo en la representación,
algo que una vez fue percibido, para lo cual no hace falta que el objeto siga
estando ahí afuera. El fin primero y más inmediato del examen de realidad {de
objetividad} no es, por tanto, hallar en la percepción objetiva {real} un
objeto que corresponda a lo representado, sino reencontrarlo, convencerse de que todabía está ahí.” (p. 255)
[5] La vivencia alucinatoria del deseo que Freud describe
como autoerótica, es una separación
de este tipo, donde realidad y deseo se encuentran separados netamente; un
yo-placer interior y una realidad externa indiferente que se encuentra relegada
al campo del Otro. Para el caso del neurótico, principio de realidad y
principio del placer se encuentran entrelazados por un borde moebiano que los
pone en continuidad, realidad fantasmática.
[6] Laurent, E. (2013). La
batalla del autismo: de la clínica a la política. Ed: Grama ediciones, Buenos
Aires. (p.93)
[7] Damos una connotación
particular ad-hoc a este trabajo de aquello que no puede escribirse, rezaría: no hay arreglo posible entre el placer y el
Otro goce, rechazado.
[8] Op. Cit. (p. 82)
[9] “Piénsese al agujero del
inconsciente, ese agujero que supone la represión primaria, propiamente como un
margen. No hay escritura sin margen. En un cuaderno digamos, es bien evidente.
El espacio de la escritura precisa ese margen, sobre el que no se escribe. Ése
es el borde del escrito, lo que posibilita la escritura. Estoy diciendo que el
significante de la falta del Otro introduce el margen. El borde sobre el que se
apoya la posibilidad de escribir.” Schejtman, F. Op. Cit. (p. 87)
[10] “Lo que connota realmente el principio del
tratamiento es la entrada en función de este menos que intenta inscribirse en
lo real” En: Miller. J.-A. et. al. (2014). Estudios
sobre el autismo. ¿Qué es un agujero?. Ed: Colección Diva, Buenos Aires.
(p.22)
Miller en este texto hace equivaler la erección de un 1, con la producción de
una negatividad, un (-1) –ciertamente en el mismo sentido en que hemos
planteamos el asunto-, e incluso con el surgimiento de la jaculación “lobo” en
Robert, como real-ización del agujero
en lo simbólico, lo que Lacan en su comentario llama “un conmovedor
autobautismo”. ¿acaso debemos recordar la equivalencia que establece Lacan
entre y la función el nombre propio? Dejamos al
lector la cita que le permitirá juzgar por sí mismo la equivalencia que
planteamos:
“Ahora bien, puesto que la batería de los
significantes, en cuanto que es, está por eso mismo completa, este significante
no puede ser sino un trazo que se traza de un círculo sin poder contarse en él.
Simbolizable por la inherencia de un (-1) al conjunto de los significantes.
Es como tal impronunciable, pero no su operación, pues
ésta es lo que se produce cada vez que un nombre propio es pronunciado. Su
enunciado se iguala a su significación.”
En: Lacan, J. (2008). Escritos 2. Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el
inconsciente freudiano. Ed: Siglo XXI Editores, Buenos Aires. (p. 779)
[11] Miller, J. –A. (2011). Donc. En inconsciente y la libido. Ed:
Paidós, Buenos Aires.
EL ESTATUTO DEL CUERPO EN EL AUTISMO
Trabajo presentado por el “Espacio de investigación y estudios de
autismo” (NEL Ciudad de México) en la
Jornada de trabajo preparatorio para el
Seminario formativo de Bogotá.
Escrito elaborado por:
§ Martha Eugenia Aguirre
§ Eréndira Molina
§ Sara Belen Martínez
§ María del Carmen García
§ Victoria Ferrero
§ Paula Del Cioppo
1. Planteamiento del problema
¿Qué
implica tener un cuerpo?
Lacan piensa que, en tanto
afectados por el lenguaje, experimentamos tener un cuerpo, situación que no es
tan sencilla ya que uno no nace teniendo ni sabiendo de su cuerpo. Este se va
construyendo los primeros años de vida con la propia imagen a la cual uno tiene
que identificarse. Por otro lado, se construye con la satisfacción que se
obtiene de él, es decir, que se
significa, lo que permite pensarse como uno. El significante otorga un cuerpo,
pero también lo fragmenta, y en el
consentimiento de lo simbólico e imaginario se empiezan a trazar los bordes del cuerpo. Pero sin la
operación simbólica que permite la constitución de los bordes, del espacio y del
tiempo, el sujeto queda sin cuerpo. Parece que el sujeto autista no terminó este
proceso, no se dio o se hizo de otra forma,
ya que no se identifica con su
cuerpo, por lo que los fenómenos corporales le son ajenos.
A partir del caso de Dick de Melanie
Klein, Lacan sostiene que el niño no ha encarnado al Otro en su
analista, y que para él, tanto Klein como todo lo que le rodea le es igualmente indiferente. Está inmerso en el lenguaje, pero no está
instituido en él; por lo tanto, no puede
hacer uso del mismo. Este razonamiento
supone un giro respecto de la primera enseñanza de Lacan, porque postula que el
Otro no pre existe al sujeto, sino que Otro y sujeto se constituyen al mismo
tiempo, es decir, se necesita que haya un llamado, pero también alguien que dé
reconocimiento a ese llamado.
Pero
entonces, ¿qué pasa en el autismo? Algo queda congelado, no se realiza un llamado al Otro o bien, el
autista no consiente a ello.
Con
respecto al caso Dick, Maleval subraya que
no hay que confundir el lenguaje con la palabra; el niño no habla, pero es amo del lenguaje, porque
lo mantiene bajo control mediante el rechazo de comprometer su palabra. Entonces
hay un uso de la lengua pero está ausente la enunciación. Lo anterior se manifiesta en el cuerpo, -al punto de poner en duda la existencia de
esta entidad en el autismo (sin cuerpo)-, en relación consigo mismo y con quienes conforman su mundo. La presencia de
los otros produce angustia y una serie de fenómenos observables como: balanceos,
movimientos de manos, taparse los oídos, los ojos, hasta gritos, intentos de automutilación, etc. vividas
estas últimas como crisis al sentirse sobrecargados de goce y no poder
manejarlo de otra manera.
Maleval
sostiene que debido a que el goce no
está regulado por lo simbólico, el autista no puede investir la realidad
social, de ahí que le resulte tan angustiante. Entonces el autista se esfuerza por
desviar el goce del cuerpo creando un borde que separare su mundo
tranquilizador de un mundo exterior caótico e incomprensible. ¿Cómo lo
controla? Esencialmente, mantiene su mundo organizado -la conocida
inmutabilidad-, y se apega a su soledad.
Eric Laurent habla del retorno
del goce a un borde, como una característica fundamental del funcionamiento autista.
Maleval es más específico y se refiere a una topología del sujeto
autista: sujetos sin borde, sujetos
autistas con borde, y sujetos autistas con encapsulamiento. El borde autístico
es una formación protectora vs el Otro real amenazante. Cuando se rompe esta protección surgen los
gritos, automutilaciones, despedazamiento, etc. Sin embargo, cuando el autista se
encuentra en condiciones de desarrollar las potencialidades defensivas del
borde, dispone de 3 componentes para
hacerlo evolucionar: la imagen del doble, el islote de competencia y el objeto
autístico.
En definitiva, cuerpo y sujeto
tienen el mismo estatuto: ambos se construyen, porque surgen de un nudo entre simbólico, imaginario y real. No es
suficiente existir, “hay que advenir sujeto y simbolizar el cuerpo como propio”.
Finalmente, cabe destacar que
los discursos que recaen con más fuerza sobre el autismo se esfuerzan por
nombrar las experiencias de estos sujetos a partir del déficit, de lo que les falta. En
cambio el psicoanálisis arroja luz sobre lo opuesto, es decir, que lo que no hay es el agujero, no hay la falta
que permita hacer algún movimiento en lo que respecta al goce.
2.
Interrogantes
A partir del encuentro con un
sujeto autista, una participante del Espacio se pregunta: ¿Qué sucede en ese
cuerpo-organismo que desvía su mirada, que evade el contacto con quien se le
pone en frente? ¿Se trata de comunicar a través del gemido, de un jaloneo para
separarlo del piso y sostenerlo? ¿Un
cuerpo se constituye a partir de los cuidados del otro que le da sostén?
Si el sujeto autista se
percibe en forma “bidimensional”, es decir, que no tiene una relación al
volumen del cuerpo: ¿esta bidimensionalidad en relación al propio cuerpo afecta
también al modo en que percibe los objetos?
La inmersión en lo real del sujeto autista
y la forclusión del agujero tendrán un papel fundamental en el estatuto del cuerpo
en estos sujetos. Producir un borde que
favorezca el desplazamiento y la posibilidad de que ocurra algún intercambio es
lo que el psicoanálisis ofrece al tratamiento del autismo. En este sentido, ¿es
este desplazamiento un acontecimiento de cuerpo en sí mismo?
¿Cómo diferenciar el intercambio forzado
por el otro de aquél que ocurre a nivel del neo borde del que
hablamos cuando hablamos de autismo?
Es interesante pensar, a partir de la
singularidad que cada caso nos muestra, cómo un sujeto autista, al no tener constituido el cuerpo ni la imagen
propia que le permite poner límites respecto
de lo que está adentro y afuera, inventa
sus propios circuitos para poder arreglárselas en el mundo.
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-GOCE DEL UNO Y EL CUERPO EN LA CLÍNICA
DEL AUTISMO
NEL- Lima.
Grupo de
investigación: Autismo y Psicoanálisis.
Responsable: Elida Ganoza
Integrantes
Soledad Alvarado
Pilar Cerna
Roberto Galván
Hugo Lock
Claudia Rodriguez
Renzo Pita
Rafael Vargas
Nayrovi Vásquez
Relator: Roberto Galván
En el presente trabajo queremos plantear algunas
consideraciones cn respecto a la clínica del autismo extraídas de nuestra
lectura de los libros “La batalla del autismo” de Eric Laurent y “El autista y
su voz” de Jean Claude Maleval, con el fin de presentarles aspectos de nuestro
work-in-progress grupal, teniendo en cuenta que la última enseñanza de Lacan,
resulta muy iluminadora para abordar la clínica del autismo.
El viviente
El sujeto con autismo, es un ser viviente, como
lo nombra Lacan, debido a que la operación de alienación al producirse
no es consentida por éste, lo que implica que al no quedar del lado del
sentido, lo hace del lado de la petrificación al S1. Es decir, que su inscripción en
lo simbólico queda congelada al no establecerse en la serie de los significados
del Otro, lo que evidencia que no se da el paso a la construcción del Otro.
Está inmerso en lo real, y el Otro si bien está presente, no tiene existencia
para él. Tenemos como ejemplo de ello, el mutismo, o la repetición de
un S1 que no hace serie con los demás,
es la incidencia del Uno, sin el Otro.
Según Jean Claude
Maleval, el autista no sitúa su voz en el vacío del Otro, lo cual le permitiría
inscribirse bajo el significante unario de la identificación primordial. Rehúsa
ceder el objeto de su goce vocal, de modo que se resiste radicalmente a la
alienación de su ser en el lenguaje[1].
Debido a ello, el autista no responde a la definición de sujeto dada por Lacan,
es decir, no está representado por un sujeto ante otro significante, lo que
implica una pérdida del dominio del lenguaje.[2] Es
el goce del viviente debido a la ausencia de la identificación primordial.
Goce del Uno
Según Eric Laurent, los Lefort, pioneros de la
aplicación del psicoanálisis a casos de autismo, nos conducen a propósito de la
estructura del autismo, a enfocarnos
en su abordaje a apuntar siempre hacia el
goce del Uno[3]. A
su vez, nos explica, que el carácter autístico reside en el hecho de querer
interpretar la lengua de un modo enteramente reductible a un sistema de reglas,
donde el juego de lo simbólico queda entonces real-izado, sin equívocos, ni
malentendidos posibles. Es así como este esfuerzo hacia la pura repetición del
Uno, sin variación, se encuentra: en su imperiosa necesidad de que las cosas
obedezcan a un orden absoluto, inmutable y repetitivo, sin ninguna clase de
interrupción; en la repetición de una conducta aislada o en un circuito mínimo
que se organiza bajo yuxtaposiciones reales.[4]
Son todas medidas de control.
Jean Claude Maleval señala, que esta iteración sería un modo también de
buscar regular la sobrecarga de goce, enloquecido, no cifrado al significante,
haciendo uso de diversos mecanismos, como la adecuación de un doble, el uso de
objetos autísticos o islotes de competencia, buscando así crear un borde, una
formación protectora contra el Otro real amenazante.
Siguiendo esta línea, Laurent nos
recomienda que para fundar un abordaje psicoanalítico renovado del autismo,
partir de la lectura que propone J.-A. Miller del Uno del goce en la enseñanza de Lacan.[5]
Retoma una expresión de Miller, una pura
iteración, para desarrollar la idea, de que
se trata de la repetición de un mismo significante, de un significante Uno,
radicalmente separado de todo otro significante y que produce un efecto de goce
por el mismo hecho de la iteración[6].
La iteración del Uno impacta sobre el cuerpo produciendo un acontecimiento de
cuerpo sin extracción, ni cesión de goce.
El traumatismo de lalengua y su
efecto en el cuerpo
La última enseñanza de Lacan nos
permite situar cómo el traumatismo de lalengua
afecta al niño con autismo, en cuanto al cuerpo, la imagen, y en el
funcionamiento del uso de lalengua.
Lalengua tiene efecto sobre el cuerpo al
nivel del puro sonido emitido, marca el cuerpo, como cuerpo que “se goza” solo.
En el niño con autismo, esta operación no termina de inscribirse. Su cuerpo no
está marcado por el significante por lo que espacialmente no se diferencia
entre el adentro y el afuera. La lalengua,
el cuerpo y el goce, no están anudados en el autismo, de ahí el fracaso en la
constitución del cuerpo. Ellos no tienen un cuerpo, son un cuerpo. El exceso de goce queda sin producir el
vaciamiento necesario para que lalengua
pase al estatuto del lenguaje.
“No obstante,
aunque el sujeto autista se defienda del lenguaje, está sumergido, desde antes
de su nacimiento en un baño verbal que lo afecta. Como lo demuestra la
producción de los objetos pulsionales, surgidos del recorte del lenguaje sobre
el cuerpo, aunque permanecen reales, no integrados al circuito pulsional…todos
estos objetos reales son para él angustiantes, su presencia despierta el riesgo
de una pérdida insoportable. Por eso la construcción de una realidad compatible
con la de los demás pasa por integrarlos al borde autístico”[7]
La clínica del autismo nos muestra que la huella
del Uno de goce que no puede ser borrada en el encuentro de las palabras con el
cuerpo, deja al sujeto amenazado constantemente por el murmullo de lalengua, goce vocal. Al no haber
el menor borramiento que pueda mermar esa marca de acontecimiento de cuerpo,
toda palabra es capaz de producir terror, debido a que el significante impacta
sobre el cuerpo sin una mediación simbólica y es inseparable del exceso de
excitación que invade el cuerpo[8].
Entonces el Uno se repite, pero sin conseguir tratar la proliferación de los equívocos reales de la lengua[9].
Por lo que podemos decir, que es sordo al sentido más no al efecto de los
sonidos en el cuerpo viviente. Se verifica así, en el niño con autismo, una
perturbación del cuerpo que no corporiza, quedando un imaginario desarticulado
y una estructura que opera sin el vaciado de goce del cuerpo.
Preguntas
¿Cuál es la función del signo en la clínica del
autismo?
¿Es posible hacer suplencia de lo simbólico para
tratar lo real en la clínica del autismo?
[3] Laurent, É., La batalla del autismo, Grama, Buenos Aires, 2013, pp. 49.
[5] Cf.
J.-A. Miller, “La orientación lacaniana”. Curso titulado “L’ Un- tout-seul” (2010-2011), inédito
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LA DEFENSA EN EL AUTISMO
NEL-Medellin.
LA DEFENSA EN EL AUTISMO
NEL-Medellin.
La defensa es un término rastreable
desde Freud hasta Lacan, que aparece de manera intermitente en las reflexiones
que se han hecho sobre el autismo. Llegamos a esta noción por el caso de Pablo
y el uso particular que hace de su defensa. Es un niño diagnosticado como
Asperger, que desde que llega a la Corporación, intenta alejar a ciertas
personas, ubicando algunos objetos a su alrededor para asegurarse de que el
otro quede a cierta distancia. Esta situación fue la que nos dio la pista para
comenzar la revisión bibliográfica con la pregunta: ¿de qué defensa se habla
cuando de autismo se trata?
Lo que aparece de manera más explícita
es de Eric Laurent cuando plantea que el neo-borde que construye el autista es
un “lugar de defensa masiva”, una caparazón, donde se podría ubicar la
presencia (opaca) del autista como sujeto. Laurent complejiza el asunto cuando
introduce que ese neo-borde rodea al agujero forcluído. Con esta noción, la
posición defensiva de Pablo se ve en tanto que pasa por situaciones en las
cuales el intercambio de objetos se convierte en un imposible, la interacción
con algunos es algo del orden del horror, y la asunción de normas mínimas para
los juegos grupales es algo que está por fuera de lo que él pueda registrar. Situaciones
como éstas son las que no le permiten la entrada a la institución educativa
tradicional.
Maleval, por su lado, para hablar de
defensa, trae la expresión “potencialidades defensivas del borde autístico”,
para hablar del uso que hacen estos sujetos del doble, del objeto autístico, y
de los islotes de competencia. Para Maleval, la defensa autística puesta a
trabajar puede traer como consecuencia el desarrollo de alguno o algunos de
esos modos de defensa. ¿De qué se defiende? Del Otro[1].
Para argumentar esto, cita a Laurent cuando plantea que “Una de las funciones
del borde es marcar una pulsación regulada del goce del Otro”. En el caso de
Pablo lo que se presenta es el rechazo a ciertas personas, con las cuales se
desencaja, no las soporta, y entonces las insulta, las golpea, y les grita con
la voz más aguda que pueda tener. Por otro lado, el uso refinado que hace del
lenguaje y su posición de querer enseñarle al otro lo que sabe de dinosaurios,
Transformers, y juegos de video, nos hacen pensar en que algo de la vía de
construir un islote de competencia, se está poniendo en juego.
Siguiendo con la definición de defensa,
cuando vamos a otros autores (como Nestor Nepomiachi, Gabriel Racki, y Marita
Manzotti), nos encontramos con que también hacen referencia directa a Miller o
a Lacan, pero subrayando otros conceptos. Toman la vía en dirección a pensar la
defensa como respuesta a lo real[2],
que es eco (resonancia) del trauma de lalangue[3].
Y entonces para definir esta noción, dicen frases como: es la relación
subjetiva con lo real, es la relación inaugural del sujeto con lo real, es el
abordaje exigido del hombre hacia lo real, hacer de lo real un Uno. Siguiendo
la reflexión que Miller hace del último Lacan, hacen una diferencia bien clara
entre lo que comúnmente se conoce como las defensas del yo, y una defensa
primaria que pareciera estar, incluso en términos de Freud, antes de la
constitución del yo[4]. Para
Miller, la diferencia es que la resistencia y la represión (defensas del yo) recaen
sobre un significante, mientras la defensa recae sobre lo real. ¿Y cuál es la
defensa del autista? La iteración del Uno. Entonces, si lo que se pone en juego
en el autista no es la articulación significante, lo que se espera de un
analista ubicando en el centro de su práctica esta defensa, tiene que ver más
con lo que Miller nombra como el analista-sorprendedor[5],
o como el efecto perturbador del acto analítico[6].
Entonces ya no es un analista que interpreta, aportando un S2 que antes no
estaba, sino uno que sorprende siendo eco del sin-sentido que hay en el corazón
de lalangue.
Para terminar, una pregunta para seguir
pensando el autismo en términos de defensa:
Desde lo teórico: ¿Es compatible pensar
al autista en términos de defensa con la propuesta (de Eric Laurent) de
pensarlo en términos de un retorno de goce en un neo-borde? Si el neo-borde es
la defensa, entonces es posible decir que en el autista hay un retorno de goce
sobre la defensa? ¿O será que el retorno de goce es la defensa?
[1] Aquí Maleval cita a Laurent cuando plantea que “Una de las
funciones del borde es marcar una pulsación regulada del goce del Otro”. (Eric Laurent, 1997, “Reflexions sur
l´autisme”, Bulletin groupe petite enfance”,
No. 10, p. 42.
[2] Utilizan también otras preposiciones: ante lo real, y/o contra lo
real
[3] La noción de que lo real es el eco de la palabra en el cuerpo es
tomada de “Habeas Corpus”, en donde Miller cita a Lacan en el seminario 23,
cuando dice: “las pulsiones son el eco en el cuerpo del hecho que hay un
decir“.
[4] Freud, en “Inhibición, síntoma y angustia”
enuncia esta defensa así: “No es difícil que el aparato psíquico,
antes de la separación tajante entre yo y ello, antes de la conformación de un
superyó, ejerza métodos de defensa distintos de los que emplea luego de
alcanzados esos grados de organización”.p. 154)
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-EL OBJETO AUTÍSTICO: estatuto, naturaleza y función en la clínica.
Laura Arciniegas
Los
autistas,“exploradores del misterioso
anudamiento del goce del viviente con el lenguaje”[1],
nos enseñan sobre el lugar del objeto autístico como central en la construcción
de la propia invención del sujeto para hacerse a una posibilidad de salir de su
mundo encapsulado. Partamos de ubicar la particular relación que tienen los
sujetos autistas con ciertos objetos: ¿Qué
estatuto tienen? ¿cuál es su función? ¿Qué hacer con ellos? ¿Participan en la
relación subjetiva? ¿Son vectores de apertura? ¿cómo explicar su apego a ellos?.
Laurent[2]
nos habla de un cuerpo primordial, un cuerpo pura superficie con agujeros cegados.
La forclusión del agujero es la tesis principal; un sujeto carente de envoltura
corporal, sin imagen y sin cuerpo, que ha instaurado una neo-barrera para
protegerse de las manifestaciones del Otro. El
sujeto autista se goza sin el trayecto pulsional que haría posible la articulación
de su cuerpo con el Otro; añade Laurent que la vivencia corporal como un estado
excesivo de excitación, es el resultado de la repetición del significante Uno
radicalmente separado de cualquier otro significante, ruido fundamental que
permanece sin posibilidad de drenaje. El
impacto del Otro sobre el cuerpo del viviente ha quedado sin tratamiento
alguno.
Maleval plantea
que en el autismo hay una resistencia a la incorporación del Otro del lenguaje,
no se produce la inscripción bajo el significante unario de la identificación
primordial, no hay cesión de goce, lo que supone un Otro demasiado real. Nos
habla de un goce enloquecido que no ha sido cifrado por la dimensión
significante, por lo que el sujeto intenta dirigirlo hacia un borde en un
esfuerzo tranquilizador. El objeto autístico es uno de los elementos que
potencian la función defensiva de ese borde.
Laurent
subraya que para el sujeto autista se trata, del cuerpo en relación directa de
pegamiento incesante con ese objeto de goce fuera del cuerpo. Sabemos que el
momento en que el niño aísla ese objeto constituye un momento de báscula
central y que es con el soporte de ese objeto que será posible hacerse su
partener para posibilitar la ampliación del circuito que permita al sujeto
desprenderse de su estado de repliegue en el cuerpo encapsulado. “Sin Objeto no
hay Otro”, es la tesis de la cual partimos.
El objeto
autístico tiene un estatuto singular, particularizado, electivamente erotizado,
forma parte del cuerpo del sujeto, es envoltorio que ofrece la sensación de
cuerpo. Laurent plantea dos regímenes del objeto: 1. El objeto que suple los
límites del cuerpo, encerrándolo apaciblemente, protegiendo de la angustia de
intrusión (se presenta como horma que sostiene el vacío desde su interior), 2.
El objeto que es extraído del cuerpo y se siente como alteridad radical. Se
trata del objeto como huella de lo vivo que debe ser abolido. Ese objeto
implica el acomodamiento de los restos que deja el encuentro con el Otro de
lalengua y que viene a perturbar el cuerpo. Algo debe ser extraído de él para
que luego un elemento diferente pueda entrar en lalengua del sujeto. El objeto
aquí es esa cadena heterogénea hecha de cosas discontinuas (letras, pedazos de
cuerpo, objetos del mundo), provista de una topología de borde y articulada con
el cuerpo, que permite construir un acceso a un espacio subjetivo apoyado en el
uso de esos elementos.
Tomando
distancia del planteamiento genético de Tustin, quien aísla el concepto de
“objeto autístico” en 1972, como objeto que protege de la angustia pero no
lleva a nada más, y en ese sentido se ubica como precursor del objeto
transicional, Maleval destaca por el contrario que una de las funciones
primordiales del objeto es la búsqueda a través de ellos de una animación
libidinal del ser. A su vez, propone
diferenciar entre objetos autísticos simples y complejos. Los primeros
permanecen pegados al sujeto y están al servicio de una autosensualidad que los
aísla, mientras que los segundos, apartan el goce del cuerpo del sujeto para
localizarlo en un borde, que no es ya solo barrera frente al Otro, sino también
conexión con la realidad social. La función principal del objeto autístico
complejo consiste en aparejar un goce pulsional excesivo. Se trata de un objeto
cuya falicización es defectuosa, conectada con la pulsión de muerte, lo que no
es el caso del objeto transicional.
Este
último, tiende a desaparecer por ser un objeto usado para atemperar la pérdida,
revelando una simbolización de la misma que gobierna la animación libidinal,
pues su emergencia pone de manifiesto que se ha producido una regulación de las
pulsiones, mientras el objeto autístico tiende a persistir, ubicando una
relación transitivista del sujeto autista con su objeto, al que usa para
animarse pues se percibe a sí mismo como un objeto, inanimado, por el no
funcionamiento de la dinámica pulsional.
Se trata de
dos modos diferentes de relación con el objeto de goce con formas específicas
en su tratamiento. Dos maneras de arreglárselas para tratar la negatividad del
lenguaje y el dolor de la pérdida de objeto.
El objeto
transicional se relaciona con el fort-da que trabaja con el significante para
representar la ausencia y luego su reaparición, borrando la cosa designada con
el significante. Mientras que en el caso del autista, para quien se propone el
funcionamiento on-off se trata en un primer momento de un objeto que está demasiado
presente, y un segundo momento donde se intentar hacer advenir la pérdida. Aquí
se trabaja con el signo que no borra el objeto que representa, sino que está
fuertemente correlacionado con él, al punto de tratar de incorporar-se sus
cualidades.
El objeto
autístico complejo se inscribe así en una lógica parecida al objeto de goce: el
sujeto se esfuerza por enmarcar su excesiva presencia y ponerlo a distancia con
el fin de producir una precaria instauración de cierta animación subjetiva. Maleval,
subraya que “la complejización de los
objetos autísticos, mediante la localización del goce en un borde en el que
concurren, atenúan la malignidad del Otro real, de tal manera que esos objetos
atemperan, y luego hacen cesar, las conductas de automutilación.” (pág.
134-135)
Estos
objetos son apaciguadores de angustia,
captadores de libido, reguladores de goce que traducen el trabajo subjetivo de
tratamiento de las pulsiones contribuyendo a la instauración de una energética
pulsional, he aquí las funciones dinámicas del objeto autístico complejo. “El objeto autístico es un doble que suple la
carencia fálica y obtura la hiancia del Otro. La realidad del autista no se
compone de objetos que se inscriben sobre un fondo de falta: él inviste
esencialmente el mundo y sus objetos por derivación del objeto autístico
complejo” (pág. 140-141). Se trata de un tratamiento imaginario de la
pérdida, una “imitación” del dominio de la pérdida simbólica con el que se
opera una cierta sustracción de goce que permite la regulación pulsional sin
que se instaure una falta en el campo del Otro donde se aloje el objeto perdido
de su deseo.
Considerando
el valor apaciguante del objeto autístico, su estatuto de solución y de
invención como producto de un trabajo subjetivo singular, es importante
destacar la función subjetiva de los objetos ante el imperativo educativo, que
en muchas ocasiones ve en ellos más bien un obstáculo a la “socialización” o
terquedad impetuosa del niño frente a la intolerancia de ser “frustrado” y,
entonces, hay que enseñarle a “tolerar las pérdidas”. Este tratamiento invasivo
del Otro ante el objeto, constata la ferociadad de ciertas intervenciones en
nombre de una reeducación plegada a las normas.
Esta perspectiva
nos orienta también en la clínica que no es sin el tratamiento que el propio sujeto
autista ha podido iniciar al elegir el objeto. Se trata entonces en la clínica
del circuito de partir de los objetos simples para favorecer la construcción de
los complejos? ¿Qué lugar para el doble en esta perspectiva? ¿que modo de
subjetividad es esta? ¿si el borde es el primer tratamiento del niño, cómo
orientarse hacia la construcción del objeto autístico? Y en relación al islote
de competencia cómo ampliar el que conviene? El que lo acerca al otro?.
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