Biblioteca de Orientación lacaniana de Madrid
PRESENTACIÓN DEL LIBRO:
INCLUSIONES Y
SEGREGACIONES EN EDUCACIÓIN
ENCUENTROS ENTRE DOCENTES Y PSICOANALISTAS.
EDITORAL:
AULA DE HUMANIDADES
Por Amanda Goya. Miembro de la ELP
21-2-2020.
Este libro que hoy tengo el gusto de
presentar ante ustedes es, en efecto, el fruto de un encuentro,
como reza su título, un auténtico encuentro entre docentes
y psicoanalistas, puesto que se trata de una Conversación
entre ellos que se irá desplegando a lo largo de cuatro años, entre 2013
y 2017 en la ciudad de Bogotá, en diversos contextos: la Nueva
Escuela Lacaniana de Bogotá, la Alianza
Francesa de Bogotá, la Universidad Nacional
de Colombia, y la Universidad Pedagógica
Nacional.
Dichos encuentros fueron organizados
y promovidos por la psicoanalista Lizbeth Ahumada, a
la cual tenemos mucho que elogiar y agradecer, por la fuerza e insistencia de
su deseo. Ella es fundadora y presidenta de la Antena
infancia y juventud de Bogotá, e invitó a un grupo de docentes, de
orientadoras educativas y de terapeutas, que como se afirma en la Presentación del libro: estaban
inquietas por su función en la escuela y por el lugar que se le da al
estudiante.
Pero la apuesta de Lizbeth fue más
lejos, invitó también a algunos psicoanalistas en ocasión de la Semana del autismo en Bogotá, un evento que se
realiza anualmente, y que dio lugar a estos encuentros
entre docentes y psicoanalistas que el lector podrá encontrar en este
magnífico volumen, que nos brinda una ocasión para aprender
mucho sobre la compleja intersección entre pedagogía y psicoanálisis, si
tenemos en cuenta lo que sostuvo Freud al respecto, cuando afirmó que gobernar, educar y psicoanalizar son tres profesiones imposibles.
Y sabemos con Lacan que en
psicoanálisis el término imposible circunscribe
un real, es decir, algo
que se nos escapa, que se sustrae al dominio de las palabras.
Por mi parte quiero asimismo agradecer
a mi amiga y colega Vilma Coccoz, que ya no reside
en Madrid como todos saben, pues se ha trasladado a San Sebastián, y estoy
segura de que le hubiera encantado estar hoy aquí con nosotros, por haber
sugerido mi nombre a la directora actual de la B.O.L.M. Constanza
Meyer, a la que agradezco por haberme invitado a presentar este libro extraordinario
que me ha permitido asomarme a un campo que
desconocía, pero que me parece crucial en el mundo que hoy nos toca vivir,
marcado por una gran desorientación en los que llevan
adelante una tarea tan compleja como la enseñanza y formación de niños y jóvenes, tan compleja como la de los que se ocupan de aquellos que presentan serias
dificultades en el proceso de aprendizaje.
Como el título del libro ya lo
formula, el eje fundamental sobre el que giran las
conversaciones y los debates que en estos encuentros tienen lugar, gira en
torno a la integración y a su reverso, la segregación,
segregación de lo diferente, de lo diverso, de
aquellos sujetos que presentan a veces serias dificultades para incorporar los
saberes que se les intenta enseñar en la escuela.
Como se afirma en la Introducción del libro, el desafío que
se debe afrontar en el contexto de la enseñanza, es, -me ha gustado
mucho la expresión- aprender a vivir en la escuela con
la diversidad de lo humano.
Esta frase, a mi juicio, es la brújula que organiza los textos de este libro, jalonado
por once testimonios pedagógicos, que así se
los llama, de once maestros que, cada uno a su
manera, dan cuenta de su singular experiencia con la enseñanza, de sus impasses, sus preguntas y sus conmociones, ante situaciones a veces enormemente
difíciles de resolver, y que con una honestidad y
sinceridad, conmovedoras muchas veces, tienen la valentía de plantear.
Dichos testimonios son seguidos de
una reflexión por parte de un psicoanalista invitado en
cada ocasión, que proporciona el punto de vista que la orientación
lacaniana puede aportar a los maestros en su difícil quehacer cotidiano.
Antes de detenerme en el único
testimonio al que voy a referirme ,por cuestiones de tiempo, quiero dar unas
pinceladas sobre el primer
encuentro que se realizó en 2013, con maestros, orientadores, familias,
personal de apoyo educativo y psicoanalistas.
Este encuentro estuvo precedido por
una conferencia dictada por Vilma Coccoz, que se
titula: LO QUE EL AUTISTA NOS ENSEÑA.
Empiezo por aquí no sólo porque encontrarán
esta conferencia en el primer capítulo del libro que lleva por título: CONOCER A LA PERSONA AUTISTA, sino también
como homenaje a Vilma por sus enormes aportes a la transmisión del psicoanálisis, y en particular respecto de
la clínica con autistas.
Es una conferencia bastante extensa
donde pasa revista a lo que podríamos considerar como los pilares
fundamentales en los que toma asiento la doctrina lacaniana sobre el autismo.
Ella parte del gran
enigma que nos presenta el autista:
¿Cómo es posible su insistencia en
rechazar al Otro? lo que no quiere decir que el autista carezca
de Otro, pero en todo caso la pregunta fundamental que ella formula es: ¿Qué tipo de Otro puede llegar a construir?
Luego nos llama la atención sobre la dificultad del autista en hablar en primera persona tomando
una posición de enunciación del tipo: “Yo digo”, y añade que cuando el
autista lo consigue hemos de considerar que se ha operado un gran avance, pues
esto implica un consentimiento a la estructura social de la
subjetividad.
Otro de los principios de la clínica
lacaniana es que no hay sujeto sin síntoma, porque,
la cito: todo sujeto hablante se defiende de algo
insoportable, de lo real que le produce angustia. En el caso del autista, la
defensa es radical, se defiende de la proximidad de los demás, se defiende de
la mirada y de la voz; por eso se aísla.
Y destaca la importancia de los nacimientos en los que ha habido situaciones muy traumáticas para
el bebé. Como ejemplo nos relata un conmovedor caso de su experiencia
clínica: un niño que al nacer estuvo tres meses en una incubadora, sometido a
varias operaciones, y a una luz y a una observación constante. Ella se pregunta
¿qué posibilidad de construcción de una subjetividad habría cuando sólo se es
un objeto que está siendo mirado, auscultado e intervenido? En una sesión de su
tratamiento con Vilma ella le habló de lo mucho que había sufrido en ese primer
momento de su vida, y el niño puso en escena una suerte de ficción de su nacimiento,
gritó, pataleó y por fin pudo reconocer y subjetivar algo de ese sufrimiento
que había padecido. Fue como una suerte de reconstrucción de ese momento traumático,
donde el niño pudo moverse como no había podido hacerlo cuando estuvo en la
incubadora.
El texto continúa con cuestiones
fundamentales sobre las instituciones lacanianas. Os invito a su lectura.
Como es obvio no podré referirme a
cada uno de los interesantísimos testimonios de los maestros. Pero quiero
detenerme en uno de ellos que me impactó especialmente, por
su frescura, su valentía, por las importantísimas cuestiones que abre para el
debate, que fueron luego recogidas en el comentario de Bruno de Hallieux, psicoanalista belga que tuvimos el
enorme gusto de conocer y escuchar en Madrid hace unos años, en ocasión de uno
de los encuentros que organizó Vilma Coccoz en la sede madrileña de la E.L.P. y
que quedaron reflejados en dos volúmenes titulados: La
práctica lacaniana en instituciones [1].
El testimonio
pedagógico al que me referiré es el número siete y lleva por título:
Un ángel de otro mundo - experiencia de vida,
realizado por Gisela Uribe Gelves, que encontrarán
en el Cap. IV: ¿Y QUÉ HAGO CON LO QUE ME CUENTAN? Una
pregunta que sintetiza muy bien una de las preocupaciones mayores de los
maestros que testimonian en el marco de este debate realizado en la Universidad Pedagógica Nacional.
En sus palabras de presentación a su
testimonio Gisela comienza con una bella metáfora, habla del viaje y las alternativas que constituyen la vida misma de la
escuela, y añade que, la cito: Si con el paso
del tiempo, no pasan cosas extrañas o encantadoras en las escuelas hay que
entrar en sospecha. Preparémonos pues para encontrar
en sus palabras cosas extrañas y también encantadoras.
Voy a hacer un breve recorte de lo
que se plantea esta maestra, con una honestidad y una capacidad inventiva digna
del mayor encomio.
Gisela trabaja en un colegio público
de Bogotá, donde, dice: los niños viven en inquilinatos
con muchas limitaciones, especialmente de espacio; tienen programación de TV,
acceso a internet y a redes sociales, sin ningún control; poca satisfacción de
necesidades (alimento, afecto, abrigo); al
cumplir 8 o 9 años adquieren “independencia” (esto invita al estudiante a
permanecer más en el parque y la calle); les falta un adulto respetuoso y
afectuoso. En este escenario, pronto serán niños trabajadores o miembros de
grupos y pandillas, caldo de cultivo para “oficios ilícitos”. En estas condiciones ¿qué puede hacer la acción escolar? se
pregunta. (…) Interesa que las relaciones en el aula
sean de afecto-reconocimiento y respeto por el otro. Cuando miro un poco atrás
y pienso qué más puedo ensayar, proponer, plantear para mis estudiantes -y para
mí también- vienen a mi memoria muchas situaciones vividas, que generan
sentimiento de dicha, tristeza, reconocimiento, culpa…todo eso que somos capaces
de sentir los seres humanos.
Gisela nos hablará a continuación del
caso de una niña autista de nueve años, Angelita,
que llegó a su aula de la mano de la psicóloga del centro que buscaba quien la
acogiera después de varios fracasos en otras aulas en las que la niña había
sido rechazada. Gisela decidió apostar por Angelita y la aceptó en su aula.
Fijaos cómo la describe: como un ángel ausente, flotando, moviéndose al ritmo de su
música interior.
Angelita era una niña que vivía con
su madre lavandera en medio de una gran precariedad, sin agua corriente, sin
luz, en una habitación con piso de tierra, pero con un patio lleno de muchas
flores que su mamá cultivaba para ella. Cuando la madre salía a trabajar dejaba
a la niña amarrada a la cama, por eso las manos de la niña tenían las marcas
del lazo con que la madre la ataba para protegerla.
Cuando llegó al aula de Gisela la
niña repetía sin cesar Angelita estudiar.
Gisela experimentaba por la niña una mezcla de sentimientos, ternura, dolor,
miedo, y unas enormes ganas de encontrar la manera de comunicarse con ella, con
el añadido de que no sabía prácticamente nada sobre el autismo. Pero a pesar
del rechazo que solía despertar la niña, las orientadoras del colegio
acompañaron y sostuvieron a Gisela en su empeño por ayudar a Angelita. Es así
que decidieron hacer cosas poco comunes en una escuela pública, escribían en
papeles grandes pegados a la pared y utilizaban tizas para escribir en el piso.
Ciertos rituales también se convirtieron en algo importante, por ejemplo, el
arreglo de la sala de clases. Todos colaboraban utilizando productos que
tuvieran un olor suave porque a Angelita le encantaba oler, también el cuidado
de las plantas era muy importante porque la niña les enseñaba, dado que ella
tenía mucha experiencia gracias a lo que hacía en su casa con su mamá.
Luego estaba el trabajo pedagógico
organizado en talleres de arte, como pintura, modelado, danza, juegos
teatrales, música, y salidas a una biblioteca pública. Cito a Gisela: Se puso en evidencia que la escuela privilegia ciertos
sentidos, lo auditivo y lo visual, mientras a ella le encantaba oler, tocar,
gustar, comer, comer y comer. Esto nos llevó a pensar que los gritos que a
veces Angelita emitía eran una expresión de incomodidad con el “orden” de la escuela.
Continúa Gisela: Lo
que entendíamos como “desordenar la escuela”, era sólo su forma de estar en
ella: tocar, oler, gustar. Las medidas adoptadas se encaminaron a darle un
tiempo para ir comprendiendo la dinámica social, y hacer que no se tomaran medidas
extremas, provenientes de la impaciencia y normalización de los adultos.
Para que todos entendiéramos el encuentro entre la
mirada de la niña y la organización escolar, ideamos diferentes actividades.
Por ejemplo, con la complicidad de las orientadoras,
inventamos un “viaje” a un país que sólo Angelita conociera y que por eso se
comunicaba distinto a nosotros. Nos fuimos con ella y atravesamos el “túnel de
las sensaciones”, así llamamos a un salón del laboratorio, pusimos diferentes
estímulos en el suelo, en la pared, en el techo: táctiles, olfativos,
gustativos, auditivos y visuales.
Más adelante añade: Así que siento un poco de culpa, pues mientras todo el colegio
estaba organizado (algo necesario), nosotros teníamos 38 niños descalzos, en
vestido de baño, corriendo por los pasillos, “perturbando” la normalidad de la
escuela. Esto generó incomodidad para algunos, pero otros, por curiosidad,
quisieron visitar el país de Angelita y ¡qué sorpresas! Se lo gozaron.
Hubo muchas
situaciones igualmente maravillosas, mágicas, que permitieron que Angelita
encontrara formas de relacionarse con los otros. Cuando veíamos que la niña se
acercaba dando indicios de agresión, le decíamos “abrázame” lo que generaba en
ella tranquilidad. Y Angelita por a poco aprendió a leer y escribir. (…) Todo lo que pasó en aquellos años con
Angelita me motivaron a repensar, cada día, mi propuesta de trabajo. Estuve con
ella cuatro años: mientras yo cambiaba de curso, ella iba conmigo, pues nadie
más la aceptaba.
Gisela concluye así su intervención: Hoy tengo la certeza de que, más que enseñar algo a mis
estudiantes, facilito unas condiciones de trabajo y les ayudo a llegar a su
meta. Ne hago muchas preguntas. Pienso mis
actos en relación con el otro, siento una enorme responsabilidad por ese otro
que, en algún momento, depende de mí. Cuando estoy frente a un niño no trato de
cambiarlo pues cada uno tiene su historia, su singularidad. Procuro que cada
uno “sea” en compañía mía y de los otros, para poder llegar a un “nosotros”.
Hasta aquí el resumen
del testimonio de G. que he hecho para ustedes. Luego viene la Conversación animada por el psicoanalista Bruno de
Halleux, en la que se van a comentar cuatro testimonios, y que lleva por
título: ¿Qué hacer con las situaciones Inéditas? Es la pregunta con la que B. d H.
inicia la conversación.
Lo voy a citar también en un punto que
es crucial en este debate que tiene lugar a partir de los testimonios. Dice B.:
Otro punto que me llamo mucho la atención en los textos,
y que explica un poco la razón por la que cada uno de ustedes está aquí, es lo
que en el psicoanálisis se llama: el deseo de quien enseña: aquello que nos
dice que “sí se puede hacer algo”, en lugar de decir “no, aquí no hay nada que
hacer”. Ustedes encuentran a niños inmersos en una extraordinaria precariedad,
pero cada uno de ustedes no cede a su deseo, para utilizar una expresión de
Lacan.
Y se refiere inmediatamente al caso presentado por Gisela, que evidentemente lo ha impactado a él también. ¿qué nos dice de él?:
…encontré que
su caso es muy ilustrativo. Cuando usted introduce la frase “abrázame” nos
enseña algo para hacer con las dificultades con esta niña agresiva. Nos da una
lección, nada despreciable, sobre el autismo. Usted da testimonio de estar
sola: La Dirección y sus colegas no son capaces de satisfacer los deseos de
complicidad (aunque haya encontrado apoyos decisivos en el camino). Usted captó
la dimensión de este fenómeno y logró avances con los dispositivos que tenía a
mano. ¡Me impresionó!.
Y luego añade
algo que me impresionó mucho a mí, y que puede
ser una enseñanza para cada uno de nosotros, por eso lo voy a tomar.
Cito a B.: Lacan diferencia entre las personas grandes y
los adultos. Dice que muchísimos adultos continúan siendo niños; es decir,
esperan que el otro haga las cosas que deben hacer, esperan que los otros los
guíen. Lacan distingue eso de las grandes personas, y me parece que cada uno de
ustedes forma parte de ese grupo: como el otro no les dice qué deben hacer,
ustedes asumen la responsabilidad de hacer algo. Y eso quiere decir ser una
persona grande: afrontar la realidad de que nadie me va a decir lo que tengo
que hacer.
Y ya refiriéndose específicamente a
la posición de Gisela, señala que ella da muchas
respuestas a una cuestión clínica muy complicada. ¿Qué
voy a hacer con esta Angelita autista? sería la pregunta de Gisela.
Y B. añade: usted se sale de lo que propone la escuela,
se abrió al mundo específico de esta niña y se inventó (junto a las
orientadoras) esa historia del “túnel de las sensaciones”. Es una creación,
porque en cierta manera usted logró liberarse del saber que le dieron en el
lugar donde se formó como docente, y partió del hecho de que ignoraba todo en
el caso de la niña; y simplemente, estuvo atenta a lo que pasaba: que la niña
se organizaba y se comunicaba con el mundo a través del tacto y del olfato,
sobre todo, que es algo constante en los niños autistas.
Su comentario continúa con otros
casos, y os aseguro que enseña mucho y por eso os recomiendo la lectura del
libro. Sólo voy a añadir un pasaje en el que Bruno cuenta su propia experiencia
siendo un joven psicólogo que trabajaba en una institución donde había
adolescentes delincuentes. La institución, de ideología religiosa, se llamaba
“Ayuda para jóvenes”. El principio que los regía era que se
debía amar a los jóvenes para calmarlos. Nada más lejos de la realidad.
B. resistió sólo dos meses en ese trabajo.
Le cito: Esto nos hace pensar en lo
que Lacan dijo: cada vez que alguien quiera ayudarlo,
desconfíe. ¿Qué tanta violencia albergará
para atreverse a sugerirme que me va a ayudar? Si sólo tiene necesidad de
cubrir un vacío, que lo haga él sólo. Siempre hay que desconfiar cuando alguien
quiere ayudar a otro. Por el contrario, esforzarse por entender la lógica de un
joven, poder dar cuenta de lo que sucede entre él y sus profesores en la
institución, da testimonio de un deseo de saber que con frecuencia sí logra
apaciguar a un joven.
Ahora me voy a detener en el capitulo
II: SOSTENER UN LUGAR PARA EL NIÑO, que
comienza con una conferencia de Bernard Seynhaeve, titulada:
LA EXPÈRIENCIA EN LE COURTIL. Luego podrán
leer el caso de un niño expuesto por la orientadora de un colegio, y un debate
coordinado y traducido por Vilma Coccoz y Lizbeth Ahumada, con los valiosísimos
aportes de Bernard.
Pero antes de referirme a la
institución quiero dar las gracias a Bernard por su presencia hoy aquí, y
quiero testimoniar a mi vez de la fuerte impresión que tuve hace muchos años en
Buenos Aires, en 2008, en ocasión de un encuentro internacional del Campo
Freudiano, cuando escuché por primera vez a Bernard en su testimonio como A.E.
nombrado apenas unos días antes de aquel acontecimiento colectivo.
Diré unas pocas palabras sobre Le Courtil antes de pasarle a él la palabra. Se trata de
una institución que existe en Bélgica desde hace más de tres décadas, que aloja y atiende a niños con dificultades, y donde se
trabaja con la llamada práctica entre varios, es
decir, un uso práctico de la orientación lacaniana,
como se define a pie de página.
Su nombre significa pequeño jardín al lado de una granja, y durante treinta
años fue dirigida por Bernard Seynhaeve, que hoy tenemos la enorme fortuna de
tener con nosotros para presentar este libro tan especial, imprescindible para
quienes se dedican a la enseñanza y están tocados por el psicoanálisis de
orientación lacaniana, como es el caso de los maestros que testimonian en él.
Bernard define a esta institución al
inicio de su conferencia, le cito, como: un lugar para
garantizar todo el tiempo, de todas maneras, sin respiro, un lugar para la
invención de los niños, y un lugar también, por supuesto, para la invención de
los intervinieres, que en algunos lugares se llaman “educadores”. Es una
posición de resistencia: garantizar el espacio que cada uno pueda inventar y hacer
algo con sus deseos.
Fijaos la fuerza
y la concisión de esta brevísima definición, hasta
qué punto transmite, lo voy a decir con una palabra, transmite una certeza, la que puede desprenderse de la enormidad que es la enseñanza de Lacan, y de los inusitados
alcances de la clínica que es posible practicar desde esta
enseñanza.
No es mi propósito hacer ni un
resumen ni una reseña de esta magnífica conferencia que ustedes podrán leer en
el libro, puesto que como tenemos aquí presente a Bernard, voy a formularle tres
preguntas:
1)Usted desbarata muy acertadamente
la idea de que haya que convencer al niño de que el Otro no
es malo, que en muchos casos tiene estatuto de
axioma, y sabemos que en todo sistema lógico el axioma no se discute, y
lo mismo vale para el postulado en una psicosis. Usted propone en su defecto, hacerse compañero, hacerse partenaire del sujeto,
compañero del síntoma, añade. Y
señala también que esta es la manera de trabajar en Le
Courtil.
Me gustaría que se explayara aquí
sobre esta afirmación que también parece tener estatuto de
postulado, si se me permite la extensión del término, en la orientación
que guía la práctica entre varios. Tal vez podría
ilustrarlo con algún ejemplo.
2)
En segundo lugar y también en relación con esto, querría preguntarle si
las personas que trabajan en Le Courtil están o han estado en análisis. ¿Porqué
le hago esta pregunta? Porque para convertirse en partenaire
del sujeto, según lo define usted en la conferencia, se requiere de
una posición muy particular que usted define con la metáfora de la “tabula rasa”, es decir, que es preciso dejar en suspenso
todos los saberes que se hayan podido adquirir en la Universidad, o en donde se
haya recibido algún tipo de formación profesional, sería casi equivalente a la
posición de Descartes, de suspender todos los saberes para alcanzar una
certeza, en este caso la de estar prestos a hacerse partenaire del sujeto.
¿Es eso posible sin haber hecho la experiencia de un
análisis?
3)
En tercer lugar quería preguntarle por la relación de las instituciones
lacanianas con el Estado belga. ¿Tenéis algún tipo de subvenciones? ¿El Estado
ejerce algún tipo de control, de fiscalización, sobre Le Courtil por ejemplo?
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