J.C. Maleval. Intervencion en III Foro Internacional- Autismo y política
Barcelona, abril 7 del 2018
Bueno, para contribuir al debate voy a intentar
indicar cómo el enfoque lacaniano puede permitir una aproximación más rigurosa
del espectro del autismo ahora que acabamos de recordar que resiste a la
evidencia científica.
No retrocedo al utilizar el término de “espectro autista” ya que me parece que
la hipótesis de la estructura autística permite esclarecerla y además le es
homogénea.
Los primeros psicoanalistas en hacer una hipótesis de la estructura autística
fueron los Lefort en los años 1990. Mi trabajo se inscribe en el prolongamiento
del de ellos. A partir de la cura de Marie
Françoise, despejaron múltiples características: la pregnancia del doble,
la no-asunción de lo especular, la ausencia de significante amo y del objeto a. Aunque comparto esa constatación, es
a una concepción algo diferente de la estructura autística a la que he llegado,
con tres pilares interdependientes:
-Primeramente, una retención inicial de los objetos pulsionales, sobre todo la
voz que hace obstáculo al enganche al Otro.
-Segundo, una entrada solitaria en el lenguaje que se opera a partir de
elementos aislados y no-diferenciados, es decir por el signo y no por el
significante.
-Tercero, el signo no puede producir una caída del objeto causa de deseo.
Y de ello resulta por qué el goce del autista está emparejado, no con un objeto
perdido como en la neurosis, ni por un objeto invasor como en la psicosis sino
por un borde, que para el autista es necesario conservar de él su dominio. Ese
borde puede tener tres encarnaciones: el objeto autístico, el doble y el
interés específico.
El primer punto en el cuadro clínico del autista: retención del objeto oral,
traducido por la frecuencia de los trastornos alimenticios; el objeto anal por
los trastornos de la defecación; también hay un acuerdo en considerar que la
evitación de la mirada constituye uno de los índices más precoces del autismo.
En cuanto a la retención de la voz, es manifiesta en los fenómenos de mutismo
dentro de los cuatro primeros años de vida
Siendo la cesión de los objetos pulsionales lo que comanda el enganche al Otro,
lo que resulta es una propensión del autista a construirse en soledad. Una
consecuencia mayor se desprende de ello, la entrada del autista en el lenguaje
no se efectúa a través del balbuceo, sino a partir de dos cuadros muy
diferentes: la ecolalia y el escrito. El sujeto del significante descubre, a
partir del balbuceo, que el lenguaje puede expresar afectos, el dolor, la
satisfacción, etc. y que sus llamados pueden suscitar la respuesta del Otro.
Los autistas no hacen esa experiencia. Para ellos es muy común, y es
tardíamente concebido, que el lenguaje sirva para comunicar y no para producir
satisfacciones solitarias. Lo sienten primero como una música, es decir como un
objeto sonoro, cuya manipulación es una fuente de placer generando una lengua
privada que no tiene como objetivo servir a la comunicación.
Cuando el niño autista aprende el lenguaje a través de la ecolalia o del
escrito, no hace la experiencia de su capacidad para interpretar el afecto. Los
niños autistas subrayan el lazo en el que están secretamente atrapados en una
afectividad mutilada. Tienen sentimientos y sensaciones, pero que se
desarrollaron en aislamiento. No pueden verbalizarlas de manera normal.
Grandin no duda en comparar su manera de pensar a aquella de una computadora,
comandada no por sus emociones sino por el cálculo. Desde 1944, Asperger había
recogido ese punto esencial: “Esas personas son -afirma él- si nos expresamos
crudamente ‘autómatas de la inteligencia’. Es por el intelecto que se hace la
adaptación social en ellos. Hay que explicarles todo, enumerarles todo y deben
aprender las tareas cotidianas como deberes de colegio y ejecutarlas
sistemáticamente”.
El lenguaje de los autistas no posee una de las propiedades mayores del
significante. No es incorporado, no cifra el goce. Cuando el autista se apropia
de un signo, lo hace a partir de una percepción externa: imitación ecolálica o
comprensión del escrito por la imagen. Al contrario, el significante está
correlacionado primeramente a un balbuceo que toma su fuente en una sensación
interna. La respuesta del Otro hace del significante un elemento mayor de la
comunicación. Mientras que el aprendizaje del signo puede hacerse sin la ayuda
de nadie. Los significantes están -según Saussure- de entrada, tomados en una
cadena. Se conjugan en una sincronía regida por las leyes de la gramática de
modo que su aprendizaje ocurre espontáneamente con él, una asimilación de la
gramática. Al contrario, si definimos el signo con Peirce y Lacan, como lo que
representa algo para alguien, entonces éste es inicialmente un elemento
aislado, correlacionado inicialmente a la imagen de la cosa representada.
Se constata una asombrosa fijación de la significación del signo para los
autistas. “Si aprendiese algo en una cocina de pie con una mujer un día de
verano -dice Donna Williams- eso no me serviría si me encontrara en otra
habitación con un hombre una noche de invierno”. Esa persistencia de la
situación de aprendizaje es sobre lo cual desemboca el método de aprendizaje
cognitivo-comportamental. Por otra parte, los autistas testimonian tener
grandes dificultades con los vocablos que no tienen imagen tal como “porque”,
“con”, etc. así como los conceptos relativos, las conjugaciones de los verbos,
etc., es decir con el sistema de oposición y de reglas que estructuran la
lengua.
Algunos llegan, sin embargo, a organizarse correctamente con los elementos
aislados que se componen para ellos, no espontáneamente, sino gracias a una
memorización intensa. Si el niño del significante puede ser considerado un
genio gramatical, el niño autista, para asimilar la lengua, puede ser un genio
mnémico.
Las conductas de inmutabilidad son una consecuencia de la estructuración del
sujeto en el signo. Están dotados de mantener una regla que organiza su
sucesión de elementos aislados, una regla que el autista se ha inventado para
sí por vía de una regularidad observada. Otra consecuencia, el inagotable
apetito por los pictogramas, la propensión al pensamiento en imágenes y el alto
funcionamiento perceptivo, característico de la inteligencia de los autistas,
lo que es una indicación muy pertinente.
El Otro de los signos es descrito por los autistas de alto nivel como una
“fragmentación coherente”. Desde el momento que llega una nueva información, es
integrada como una nueva pieza dentro de una brújula en construcción. Todos
subrayan la lógica visual que preside a una organización muy diferente de las
asociaciones y repeticiones, muy desemejante de aquella que registra el Otro
del significante.
El significante borra la cosa mientras que el signo se queda enlazado con su
representación. No produce una caída del objeto causa del deseo, sino que lo
encarna en un objeto concreto: el borde. Ese concepto, introducido por Éric
Laurent, designa aquello que moviliza el goce del autista: el objeto autístico,
el doble y el interés específico. Esos tres elementos pueden estar intrincados,
lo que sucede, por ejemplo, con la máquina de Joy del caso de Bettelheim.
Muchas relaciones de la salida del repliegue autista relatado por autistas de
alto nivel se operan a través de un vaciamiento del goce excesivo inicialmente
abrochado al borde. El ejemplo más simple de ese vaciamiento es la muerte
simbólica de ese doble operado por Donna Williams con el fin de romper con un
sentimiento de mutilación psíquica, permitiéndole investir intereses
específicos menos cargados de goce y entonces aptos a hacer lazo social.
Para algunos autistas invisibles, el borde puede reducirse a una pinza en el
bolsillo o a un teléfono móvil. El borde, no siendo creado en un acontecimiento
de cuerpo, habría que considerarlo como un síntoma, en la concepción
psicoanalítica del término.
Otro punto de la estructuración autista en el Otro del signo, hay que subrayar
que una serie de coordenadas clínicas permiten diferenciar el autismo de la
psicosis: la ausencia de delirios y de alucinación verbal, la inmutabilidad, la
ausencia de desencadenamiento, la evolución del autismo hacia el autismo, así
como la especificidad de sus escritos.
La mayor parte de las teorías de los autistas dan cuenta del estado de soledad
de él, pero no son capaces de explicar el funcionamiento autista, a saber: la
creación del juego autista, la búsqueda de inmutabilidad, la primacía del
signo, el excedente funcionamiento perceptivo, la pregnancia del doble y aquel
del interés específico. Entonces podemos pensar que estas teorías seguramente
están incompletas. Por el contrario, la hipótesis de un sujeto que se
estructura por el signo, y no por el significante, harían inteligibles todos
esos elementos.
Traducción por Patricio Moreno
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